Tres transformaciones del espíritu les menciono: cómo el espíritu se convierte en camello, y el camello en león, y el león, por fin, en niño.
De las tres transformaciones, Así habló Zaratustra
Federico Nietzsche
Hay tres modos de ver y pensar la carrera, entendida ésta como la construcción más o menos consciente de un trayecto laboral. El primero, que siguiendo las palabras de Federico Nietzsche llamaremos de los camellos, racional y clásico, lo encontramos conceptualizado en Peter Drucker; el segundo, de los leones, psicologicista y moderno, en Edgar Schein; el tercero, de los niños, lúdico y posmoderno, en Herminia Ibarra.
Los camellos
El modo clásico, racional de pensar la carrera fue magistralmente plasmado por el padre del management, el austríaco Peter Drucker, en su artículo Gerenciándose Uno Mismo. Allí sostiene que uno debe conocer sus valores y fortalezas y sobre éstos construir la carrera.
“Sólo se puede construir a partir de las fortalezas (…) necesitamos saber cuáles son nuestras fortalezas, para saber a qué lugar pertenecemos”
El lugar al que pertenecemos, según Drucker, será el nicho profesional en el que se desarrollará la carrera, Según sus fortalezas, unos serán emprendedores y otros ejecutivos; unos ingenieros y otros vendedores.
El carrerante es un recurso (recursos - humanos) que satisface ciertas necesidades del sistema productivo. Sus competencias más desarrolladas son necesarias para alguien, para alguna empresa, para un grupo de clientes. Según la lógica del mercado, mientras más necesarias y escasas sean estas fortalezas, mejor serán pagadas. Así se responde la primera pregunta:
¿Qué es el éxito?
Lograr la mejor compensación posible según mis puntos fuertes. En este paradigma, la cuenta bancaria es el medidor universal del logro profesional.
¿Qué deseo?
Ganar mucho dinero es la primera respuesta. Dice Drucker: “(…) hacia fines de la década de los '60, nadie quiso que le dijeran lo que debía hacer. Hombres y mujeres jóvenes empezaron a preguntarse: "¿Qué es lo que quiero hacer?". Y descubrieron que la manera de contribuir era haciendo "lo que sentían". La solución fue tan errónea como la que habían encontrado (sus padres,) los hombres de la organización.”
Si hay algo que deseo hacer, pero que no se paga bien, satisfago la necesidad haciéndolo como hobby. Si el Director de Sistemas con auto de empresa y variable de seis sueldos tiene profunda vocación por la veterinaria, que se compre una granja y pase allí sus fines de semana, entre ovejas y cerdos. Si no tiene tiempo, que espere a su retiro, entonces le sobrará. Siguiendo su propio consejo, Drucker vivió del management pero despuntó sus vicios de novelista con El Último de los Mundos Posibles.
¿Para qué trabajo?
Para mantenerse, uno y su familia y para contribuir al crecimiento del país. El trabajo es un deber y al carrerante le toca cumplirlo. El que no trabaja, no come.
¿Qué me motiva?
El crecimiento laboral medido en promociones e incrementos salariales. En el mundo druckeriano hay ganadores y perdedores; los mejores puestos y salarios marcan la diferencia y definen que se llegó a “ser alguien”, a ser reconocido y respetado.
Los leones
Drucker egresó de Ciencias Políticas; Edgar Schein de Psicología, el dato no deja de tener relación con lo distinto de sus aproximaciones. Drucker ve al individuo en el mundo, Schein ve al mundo desde el individuo. En el primero el trabajo es un deber para con la sociedad mientras que para el segundo, siguiendo a Abraham Maslow, trabajar es realizarse, un deber para con uno mismo.
Si Drucker centraba la decisión vocacional profesional en las fortalezas, lo que puedo hacer, Edgar Schein pondrá el acento en las preferencias, lo que quierohacer.
¿Qué es el éxito?
Realizarse, llegar al lugar soñado, a lo que siempre se anheló. Ya no la cuenta bancaria, sino la felicidad, la motivación o el goce es el medidor universal del logro profesional.
¿Qué deseo?
Cumplir con proyectos, desafiarme o una vida tranquila, o ayudar a otros, o ser reconocido… El concepto clave de Anclas de Carrera de Schein rompe la unidimensionalidad del paradigma druckeriano. El deseo no es único. Personas distintas quieren carreras y trabajos distintos y el sueño de unos puede ser la pesadilla de otros.
En este paradigma, la clave de un buen desarrollo profesional reside en saber con claridad qué deseo, cuál es mi trabajo soñado, y éste no será un hobby ya que va en ello mi salud, mental y física: Si no hago lo que quiero, me enfermo. El stress sería la enfermedad típica de quienes no están alineados laboralmente con sus preferencias.
¿Para qué trabajo?
Para la propia realización. Para los camellos el trabajo es el castigo bíblico: “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”, para los leones el trabajo es goce y desarrollo. Jesús al trabajar en la carpintería de José redime al trabajo de su condena, lo dignifica. El trabajo es motivante y quien no trabaja se deprime.
¿Qué me motiva?
Estar cada vez más cerca del trabajo soñado, saber que se está en el buen camino. La carrera no es contra otros, sino con uno mismo. Ya no hay ganadores y perdedores, sino realizados o no realizados. La clave no es tener más poder o ganar más, sino tener conciencia de lo que se quiere. Decía Nietzsche: “Conviértete en lo que eres”.
Los Niños
Drucker y Schein fueron europeos devenidos norteamericanos, Herminia Ibarra nació en La Habana, estudió en Yale, dio clases en Harvard y ahora vive en Europa. Drucker nació en 1909; Schein en 1928, Herminia en 1970. Ellos, varones, ella, mujer.
Por el lado del deber y por el lado del querer, hay fijeza en camellos y leones. Serán lo que deban ser o lo que quieran ser, pero tendrán un norte laboral. Son modelos inscriptos en la modernidad donde hay un sentido y una evolución. Ibarra propone la idea de selves provisorios, identidades mutantes y sin un norte claro. Es un paradigma posmoderno, sin fin último ni progreso y en el que el goce no está en llegar, sino en el camino. Como exigía Freddie Mercury: “Lo quiero todo, lo quiero todo y lo quiero ahora”. Camellos y leones construyen, lo niños, juegan.
Ibarra cuenta la historia de un médico psiquiatra de renombre mundial especializado en el acompañamiento de pacientes de enfermedades terminales que decide, en sus treintaypico, ingresar como monje a un monasterio tibetano. Hay dos identidades claras en este caso, pero bien podrían ser más. Son sucesivas, en este caso, pero bien podrían ser simultáneas.
¿Qué es el éxito?
No aparece con claridad y tal vez sea porque deja de ser importante la noción misma de éxito. Más que una postergación para lograr el éxito, hay un reclamo de inmediatez. La libertad parece ser más importante que el éxito, la posibilidad, de niños, de jugar porque sí. No hay ganadores ni perdedores poque no hay competencia, ni con los demás como los camellos, ni con uno mismo como los leones. La meta, si cabe la palabra, es jugar en libertad.
¿Qué deseo?
En este paradigma, el deseo debe enunciarse en plural, postula la coexistencia de varios deseos. Es más fácil pensar esto desde la palabra juego que desde la de trabajo. Puedo estar jugando al billar y tener ganas de jugar al fútbol y al squash. Puedo tener momentos y grupos distintos con los que juego billar, fútbol y squash. Y no debo decidir entre estos juegos, en lugar de la conjunción disyuntiva “o”, se usa la conjunción copulativa “y”.
¿Para qué trabajo?
Porque sí o sin para qué. Hay que atravesar siglos de utilitarismo y pragmatismo para poder postular que actividades tan humanas como el trabajo, el arte y la conversación no tienen que tener, necesariamente, un fin útil. Franz Kafka escribe maravillosos relatos sin pensar en publicarlos, por el mero placer de escribir, mientras se gana la vida trabajando en una empresa de seguros. Se trabaja como decía el padre de Kafka en una Brotberuf, esto es para ganar el sustento, pero también porque sí, porque los seres humanos, cuando son adultos, a sus juegos los llaman trabajos.
¿Qué me motiva?
Para los niños la motivación es fugaz, sin fijezas ni permanencias. Dura lo que dura y cambia sin necesidad de argumentos, como decía Pascal “El corazón tiene sus razones que la razón no entiende”. Una gran diferencia entre la modernidad y la posmodernidad es la pérdida de la centralidad de la racionalidad. Según Gilles Lipovetsky el hedonismo y la inmediatez desmontan la sacralidad del fenómeno laboral.
En cada oficina y en cada taller conviven camellos, leones y niños. Según Maslow, a medida que vamos cubriendo nuestras necesidades, desde las más básicas hasta las superiores, avanzamos hacia la libertad. La carrera se mueve en la tensión entre necesidad y libertad. Vivimos en una sociedad afluente, donde los bienes sobran, solo faltan los ajustes de distribución. La producción equilibra y supera a la necesidad y, como plantearon Peter Drucker primero y Jeremy Rifkin después, el trabajo de ocho horas por día de todos deja de ser necesario. Con menos, alcanza. El polo de la libertad gana fuerza generando espacios para que nuestros trabajos sean, en primer lugar, más dignos y enriquecedores y, luego, divertidos. En una extraña pirueta, tal vez, sea el capitalismo, el sistema que con su tremenda potencia productiva derribó el Muro de Berlín, el que logre la transformación que Karl Marx reservaba al socialismo:
En efecto, a partir del momento en que comienza a dividirse el trabajo, cada cual se mueve en un determinado círculo exclusivo de actividades, que le viene impuesto, y del que no puede salirse; el hombre es cazador, pescador, pastor, o crítico y no tiene más remedio que seguirlo siendo, si no quiere verse privado de los medios de vida; al paso que en la sociedad comunista, donde cada individuo no tiene acotado un círculo exclusivo de actividades, sino que pude desarrollar sus aptitudes en la rama que mejor le parezca, la sociedad es la que se encarga de regular la producción general, con lo que hace cabalmente posible que yo pueda dedicarme hoy a esto y mañana a aquello, que pueda por la mañana cazar, por la tarde pesca y por las noches apacentar el ganado, y después de comer, si me place, dedicarme a criticar, sin necesidad de ser exclusivamente cazador, pescador, pastor o crítico, según los casos.
La división del trabajo de la sociedad industrial requirió de los trayectos profesionales una continua especialización concomitante con la negación y el subdesarrollo de otras vocaciones. Tal vez estemos viendo el amanecer de una sociedad posindustrial qué no solo respete la diversidad entre las personas sino dentro de cada una de ellas.
Al desarrollar la carrera, se es camello y león, una nueva forma de trabajar puede permitir ser niño, aunque, como afirma Violeta Parra:
Volver a los diecisiete
después de vivir un siglo
es como descifrar signos
sin ser sabio competente
Gustavo Aquino, Buenos Aires, 2016
Los textos que guiaron estos tres modelos son:
Drucker, Peter. Managing Oneself, Harvard Business Review, March-April 1999.
Schein, Edgar. Career Dynamics. Matching individual and organizational needs, Addison-Wesley, 1978.
Ibarra, Herminia, Working Identities: Unconventional strategies for reinventing your career, Harvard Business School, 2003.