La generación "Y" comprende a los nacidos entre 1981 y 2000. Muchos de ellos son los hijos de la generación X, nacidos entre los 60 y los 70. Algunos son benjamines de los baby boomers (BB) del fin de la segunda guerra mundial, entre los 40 y los 50. Para abuelos y padres tempraneros, los Y son los nietos de los BB.
Los pintan desafiantes, retadores, que todo lo cuestionan. Que aborrecen de la lectura y escriben mal. Sostiene Pereira que no piden permiso ni perdón, que siendo individualistas acérrimos abandonan las sanas costumbres de la solidaridad y de la lealtad y que adoran al becerro de oro.
“... el 70% de los jóvenes cordobeses piensa que el trabajo es un medio para obtener dinero que pronto se transformará en algún objeto material de moda y de deseo. Sólo el 30% de los jóvenes que tienen entre 18 y 25 años relaciona el trabajo con la generación de autoestima, de dignidad y de realización personal.”
No se esfuerzan, pretenden todo y ya. El mundo real no puede ser muy distinto del virtual, donde todo, literalmente todo, está a segundos del clic.
Sorprende encontrar que los acusadores X no eran muy distintos cuándo ellos mismos eran jóvenes, con menos años, menos kilos y más pelos. Parece una cuestión de edad más que generacional. Los BB decían del joven X: Se pasa horas despatarrado en un sillón, frente al televisor, con una cerveza en la mano, haciendo sólo eso durante casi todo el día: mirar tele.
El BB Charly García lo graficó en una letra que, dicen, inspiró su hijo Miguel (X):
Yendo de la cama al living sientes el encierro yendo de la cama al living. Oh no no no no hay ninguna vibración aunque vives en el mundo de cine no hay señales de algo que vive en mí.
Crecieron atormentados por el miedo al cáncer, el SIDA, la amenaza nuclear y la emergencia ambiental. Muchos de ellos son hijos de padres divorciados y se criaron en hogares monoparentales. Dijo una X “Por primera vez dejaba de existir la idea de dos padres, dos hijos, un perro, un gato y una cerca blanca rodeando el jardín. Teníamos que arreglarnos solos.”
Don Hugo del Carril dirige en 1963 "Buenas Noches, Buenos Aires", película en la que Julio Sosa, cual engominado y patotero talibán arremete contra unos jóvenes que bailan el twist. Unos años antes la orquesta de Don Juan D’Arienzo registró el tango "Che Existencialista", donde el fraseo canyengue de Alberto Echagüe se luce en el lamento:
En esta tierra que es tierra de varones hecha con lanzas de gauchos legendarios nos ha brotao una porción de otarios que yo no sé pa´que usan pantalones. Llevan el pelo, largo y despeinado el saco de un color, de otro el talompa la van de "negliyé", los pobres gansos y al agua y al jabón, le tienen bronca.
Esta “porción de otarios” son los BB ¿seguirán usando el pelo largo y despeinado? ¿Usarán agua y jabón? Diga usted, estimado lector y en el caso de tener entre 50 y 70 años de edad: ¿Se baña y se peina usted todos los días?
Enojados, los tangueros, veían cómo se les escapaban dos juventudes; la propia y la del segmento del mercado. Pero la culpa no era de los X, sino de su propia cerrazón, de no entender a la naciente televisión, del márketing y el vinilo. Deberá luego el tango digerir la locomotora rebelde e iconoclasta de Piazzolla y esperar casi treinta años para la vigorosa vuelta de los 90. Entonces los viejos tangueros dejarán de patotear a los jóvenes y Goyeneche se abrazará con Fito Páez.
Casi al mismo tiempo que D’Arienzo y Echagüe grababan Che Existencialista, William Whyte dio a luz un best-seller del management llamado "El Hombre de la Organización". Sociólogo de Princeton y veterano de guerra escribió el libro siendo redactor de la emblemática revista Fortune. Con buen oficio de periodista evita los excesos y parece imparcial, pero todo el libro critica el adocenamiento y la falta de iniciativa de los jóvenes BB que traicionan la herencia de sus padres y abuelos que hicieron con audacia y sacrificio un gran país:
(...) han dejado sus hogares, espiritual y físicamente, para hacer los votos de la vida de la organización, y son ellos quienes constituyen la mente y el alma de nuestras grandes instituciones autoperpetuantes. (...)
No sólo lo dirigen otros, sino que articula una filosofía que le dice que tiene razón al proceder de este modo. (...)
Predicar que la técnica está antes que el contenido, que las pericias para llevarse bien están aisladas de las razones y de los fines a que conduce el llevarse bien no produce la madurez. Produce una especie de premadurez permanente.
Premadurez permanente para los BB dice Whyte. Adolescencia prolongada les endilgan hoy los X y eterna a los Y. Con seguridad, en unos años, dirán que también los inmaduros Y abandonan su responsabilidad en el hogar y delegan su poder de decisión en las organizaciones. Cabe aclarar que esta acusación será posible siempre y cuando los X dejen hogares y organizaciones en pie.
Aparecida en la misma revista Fortune en la que trabajó Whyte, una nota aludía al “techo gris”. Techo como metáfora del tope al crecimiento de los gerentes jóvenes y gris por el color de las canas. Los baby boomers atacaban a los X diciendo: Están acostumbrados a que todo les llegue rápido, no tienen la paciencia de esperar una promoción, por eso cambian de trabajo cada dos años. Parecen chicos malcriados.
Para los textos y expertos del management, los X son los yuppies, esos chicos malos que tiraban a los gerentes viejos (BB) por las ventanas de las grandes corporaciones. También son X los nerds millonarios de las empresas del Sillicon Valley, esos que llegaban en patineta a su lujosa oficina adornada con un afiche de Nirvana.
Concluye el periodista, luego de su recabar la opinión de los capitanes de la industria, que estos chicos malcriados no van a llegar a la gerencia. La gerencia corresponde a los que tienen canas de las que adolecen estos adolescentes crecidos. Un viejo consultor dijo al joven alumno que ensayaba las lides del asesoramiento empresario: “Para consultor, canas, por lo menos, en las patillas”.
La clave es que, tarde o temprano, las canas llegan. Lo advirtió Benedetti “el futuro viene, lento, pero viene.”
Barak Obama, cabal representante de la Generación X, llega al poder con algunas, pocas, canas. Mulato, hijo de padres divorciados; hasta dicen que fumó marihuana. Con su llegada al poder y la de sus coetáneos comienza a cambiar el discurso negativo sobre los X. Dejan de hablar de apatía y elogian su serenidad; a la falta de compromiso la llaman pragmatismo y cierta imprevisibilidad es ensalzada como comportamiento post-ideológico.
Cada generación llega a las posiciones de poder entre los 40 y los 60 años, y desde la cima se plantea superadora de las generaciones anteriores y modelo de virtud para las que le siguen. Los X hoy en el poder se presentan más flexibles que los viejos BB y más serios y responsables que los indiferentes Y.
Revolviendo las entrañas enterradas de una vieja ciudad caldea, los arqueólogos encontraron una sentencia que viene desde el alba de la civilización:
Nuestra juventud es decadente e indisciplinada. Los hijos no escuchan ya los consejos de los mayores. El fin de los tiempos está próximo.
La humanidad lleva más de tres mil años de quejas sobre el estado de la juventud. Toda generación siente defraudadas sus expectativas sobre la siguiente.
Dios le dijo al hijo de David y Betsabé: “Pide un deseo y te será concedido”. Salomón no pidió dinero, ni poder, ni gloria, pidió sabiduría y le fue concedida. Con su don dio a Israel cuarenta años de paz y prosperidad, hizo construir el Templo de Jerusalén y mantuvo setecientas mujeres reinas y trescientas concubinas que le desviaron el corazón. Cuentan que, ya viejo y arrepentido, escribió el milenario libro del Eclesiastés donde, se pregunta y contesta:
¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará: y nada hay nuevo debajo del sol.
Otro viejo ya curtido, conservador y republicano; el general Douglas McArthur, completó su foja de servicios como cabeza de las tropas aliadas en el Pacífico durante la segunda guerra mundial. Además de buen militar, fue persona de ideas claras y bien expresadas como esta reflexión:
La juventud no es sólo una época en la vida: es un estado de espíritu. Nadie envejece sólo por vivir muchos años. Se envejece cuando se abandonan los ideales. Eres tan joven como tu fe, tan viejo como tus dudas; tan joven como tu confianza, tan viejo como tu miedo; tan joven como tu esperanza, tan viejo como tu desesperanza.
Ser viejo o joven no es una cuestión atada a los documentos de identidad y sus números, es una cuestión de ánimo. Picasso fue joven toda su larga vida. En la otra vereda, el filósofo austríaco Otto Weininger se suicida a los 23 años... y ya era viejo. Como bien lo dijo McArthur, no es más que es una cuestión de espíritu.
La crítica a los jóvenes suele disfrazar la mezcla de miedo y envidia ante sus ideales; confianza y rebeldía. Cuando uno es tan viejo como la propia desesperanza, cuando es un irredento viejo de espíritu, descarga su amargura en la juventud. Como sostiene Rafael Echeverría, el juicio habla más del emisor que del supuesto destinatario.
Las nuevas generaciones son, apenas, el muro virgen donde los viejos de espíritu escriben el graffiti de sus propias frustraciones.
Gustavo Aquino
Junio de 2016